No soy una fiel seguidora de las TIC, sin embargo reconozco su casi inevitable presencia en la actividad diaria de cualquier estudiante, especialmente en la universidad.
Hace más de diez años llegó a mis manos (sin pedirlo yo) mi primer teléfono móvil, sencillo, básico, en respuesta a mi demanda de algo simple. A este sucedieron otros con características similares, teléfonos sencillos, para hablar, enviar y recibir mensajes y poco más.
Hasta que en diciembre de 2012 me alcanzó el movimiento smart phone por razones ajenas a mi voluntad. El cambio ha sido objetivamente positivo: poder consultar internet a través del móvil, es decir, correo electrónico, Campus Virtual, RAE, prensa digital... y mensajería instantánea con WhatsApp, además de la posibilidad de realizar fotografías de gran calidad.
Sin ser una aficionada a la informática he reunido tres ordenadores, uno de sobremesa, un portátil y un mini. Es evidente que no podemos escapar totalmente a nuestro tiempo. En mi caso, los ordenadores siempre han sido un instrumento de trabajo, es decir, se han adquirido por necesidades de formación, primero en la etapa de ESO y Bachillerato y posteriormente en la universidad.
Las primeras aplicaciones que usé (hace más de doce años) fueron la enciclopedia virtual Encarta, la enciclopedia multimedia Omega, de Planeta; el correo electrónico y el Messenger de Hotmail (este último abandonado hace años).
Las redes sociales, tan en boga últimamente, no han conseguido fascinarme. He abandonado una cuenta de Tuenti y apenas entro en otra de Facebook, posiblemente porque su creación se debió más a la presión de mis círculos amistoso y familiar que a un auténtico interés por mi parte.
Sin embargo soy una usuaria incondicional de la prensa digital, del DRAE virtual y de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
Con mucha frecuencia consulto también otras páginas relacionadas con la Educación o con mis aficiones (Casa del Libro, Iberlibro, Asoka, otras protectoras de animales, páginas oficiales de músicos o cantantes preferidos).
Desde que comenzó mi etapa universitaria, entre semana consulto a diario el Campus Virtual y el correo electrónico, varias veces. ¡En ocasiones me siento una mujer pegada a una página web!
Supongo que no seré la única.
Para concluir: Sí a las TIC, pero yo prefiero el aroma embriagador de un libro envejecido.
3 comentarios:
Sincera reflexión, aunque al final apuntes una "provocación". Perfecto porque seguro que tendremos un debate sobre el tema.
Respecto al pobre uso de Facebook, si siguieras los perfiles de las distintas páginas (desde el DRAE a Asoka) verías que la información fluye de manera mucho más adecuada y rápida.
Y sobre la "conversión" al teléfono inteligente, es habitual y te animo que observes a las personas que están inmersas en ese cambio.
Somos nostálgicas empedernidas Arantxa, a mi también me encanta el olor de los libros, aunque las nuevas tecnologías son un mundo infinito por descubrir.
Tu entrada me ha hecho reflexionar. Como bien dices, es difícil despegarse de este tormento tecnológico pero poco a poco nos sumergimos en él sin darnos cuenta. Estoy contigo en que el aroma embriagador de los libros es fascinante.
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