Carta al futuro,
Escribo hoy porque ayer con la tormenta me hubiera
resultado imposible garantizar que el lápiz rozase, siquiera, el papel. El cielo
era un océano oscuro, lleno de olas agitándose, también oscuras y mi casa
estaba negra, sólo algunas velas, situadas estratégicamente por mamá, nos
permitían ir de un lugar a otro sin tropezar. Estuvimos todo el día sin luz y
al lado de la mesa, con las “faldas” echadas sobre nuestras rodillas y el
brasero lleno de ascuas, comenzaron a surgir historias. La de mi abuelo me hizo
soñar y he querido guardarla en este papel y enterrarla debajo de los nogales
del jardín para que, quizá, algún nieto mío la pueda leer.
Dice mi abuelo que hace algunas décadas los niños
iban al colegio con ordenadores, me dijo que eran unos aparatos como mi máquina
de escribir y con pantalla como la de la tele, pero mucho más listos. Además,
me aseguró que no eran necesarios los lápices ni los colores, que las mochilas
no pesaban y los maestros no utilizaban la tiza porque había unas pizarras que
funcionaban con los dedos. Mi abuelo también cuenta que un libro era muchos
libros, que le cogían, no sé cómo, dentro.
Sin embargo, lo que de verdad me sorprendió, lo que
quiero guardar en esta carta es la palabra Internet. Cuando mi abuelo la pronunció
por primera vez me provocó una gran carcajada, se parecía mucho al nombre que
le habíamos puesto a un compañero de clase, “El Tartané”, porque le costaba
hablar. Pero a medida que el abuelo me explicaba qué era eso de Internet yo iba
abriendo y abriendo la boca hasta que no pude más y le pregunté:
-¿Y dónde están ahora todas esas cosas?
-En los
museos hija, en los museos.
La respuesta de mi abuelo me entristeció
profundamente. Si cuando él era joven podía acceder a información de cualquier
parte del mundo, dice que escribiendo algunas palabras en la pantalla de ese
ordenador, por qué yo ahora tenía que leer y leer enciclopedias viejas, llenas
de polvo…; por qué si él había podido hacer trabajos digi… (no sé cómo sigue
esa palabra, y mi abuelo se está cansando de tantas preguntas), yo tenía que escribir
una y otra vez las mismas cosas. Además,
me aseguró que compartían la información
con el resto de la clase y… del mundo. Pero si mi profesor dice que eso es copiar.
Aunque mi sorpresa fue mayor cuando mama me explicó
que ella cuando iba al colegio también había visto todas esas cosas y que les
dejaban utilizar los teléfonos móviles para realizar actividades y que tenían capacidad
multitarea y no se distraían. Pero eso creo que es mentira, porque nosotros vemos
una mosca pasar y nos queramos embelesados.
Yo escuchaba ayer esto y no podía entender cómo
todo eso había desaparecido, cómo en unos cuantos años no había ni rastro de
nada…
Mi abuelo, que ya había vuelto de cambiar los barreños
de las goteras (mi casa tiene unas cuantas tejas rotas y cuando llueve se nos cuela
el agua), leyó en mi mente la infinidad de interrogantes que se debatían entre
salir por mi boca o seguir dormidos ahí adentro y me dijo:
-Una crisis, hija. Una crisis que los ricos se
inventaron para que la clase media desapareciera y la pobre se ahogara.
-¿Cómo mi pato en el estanque? –Le pregunté yo,
porque no entendía qué decía-.
-No hija, como si todos los patos del mundo se
hubieran ahogado como el tuyo.
-Pero abuelo… los demás patos del mundo sí están
vivos. –Le insistí-.
-¿En qué condiciones Sofía? Sin médico al que acudir
si le duele la cabeza y a los papas patos les duele, de ver cómo pagan la educación
de sus hijos, privada y prehistórica. Claro que les duele. De ver que los
logros que nosotros conseguimos y ellos disfrutaron, se han borrado.
-Abuelo, vaya tontería, las gomas no borran cosas
que no están en el papel.
-Hija mía, hay gente que borra en un instante más
que todas las gomas juntas.
-Pero abuelo, no te entiendo. Los patos
no estudian, ¿cómo van a estudiar? Y no van al médico, en todo caso al
veterinario. -Mi abuelo estaba viejo y no sabía lo que decía-.
Sofía
En casa, 10 de julio de 2030
PD: Hoy, 10 de julio de 2050, con 33 años, leo esta
carta y compruebo como a veces sí es posible que la sociedad involucione.